La cámara se encendió y, por primera vez, Eyal Meyer dejó caer la coraza. En el estudio de Mundos Opuestos, su voz tembló al hablar de Francisca Correa, la madre de sus hijos, con quien compartió más de una década de sueños. Nadie esperaba tanta sinceridad. Su tono era cercano, casi al susurro, como si revelara un secreto guardado bajo llave.

“Es un duelo de los más duros”, confesó el actor conocido por “Soltera otra vez” y varias teleseries exitosas. Y allí empezó el giro: la palabra desconexión sobrevoló el espacio. No fue un escándalo, ni una infidelidad, ni un escándalo público. Fue el silencio que crece entre dos personas. Esa distancia invisible que se instala sin previo aviso y destruye lo construido.

En su relato, Eyal dibujó la escena: amaneceres compartidos que se convirtieron en rituales sin sentido, proyectos comunes que se transformaron en espejismos. Habló de miradas vacías y conversaciones que se apagaban antes de empezar. No hubo grandes reproches, solo la sensación de caminar de espaldas a quien uno amó. Un golpe de realidad contada sin dramatismos, pero con un nudo en la garganta que lo decía todo.

La pareja intentó sostener el lazo como quien repara una grieta en la pared antes de que sea tarde. Pero llegó el día en que el esfuerzo fue en vano. “Permitir aceptar que uno puede cambiar”, dijo Eyal, reconociendo sus propios altibajos. Entender que a veces no basta el amor para mantener viva una relación. Esa reflexión, simple y brutal, resonó en más de uno.

Hoy, con otra mirada de la vida, el actor se aleja de las promesas eternas. “Si armas un proyecto con alguien, esperas que dure para siempre”, explicó, antes de confesar que ya no piensa igual. Su aprendizaje sale por televisión, pero también se filtra en cada casa que lo sigue. Una lección: el amor no siempre vence, y a veces lo más doloroso es admitirlo.

El Análisis de ChileUno